Se usaba en ceremonias religiosas y estaba ligado al mito de Osiris. Los fenicios lo llevaron más allá, hasta los griegos, quienes lo democratizaron incorporándolo a su vida cotidiana y elevándolo a un elemento cultural clave en la vida social, religiosa e intelectual.
El vino en el Antiguo Egipto: una bebida para dioses y privilegiados
En Bosque de Matasnos, creemos que cada vino cuenta una historia. No solo la del terroir, la uva o el enólogo que lo crea, sino también la de una tradición milenaria que comenzó mucho antes de que existieran las denominaciones de origen. Hoy queremos viajar al pasado y detenernos en una de las civilizaciones más fascinantes de la historia: el Antiguo Egipto, donde el vino no era simplemente una bebida: era un símbolo de poder, espiritualidad y eternidad.
A diferencia de la cerveza, que era la bebida cotidiana del pueblo, el vino en Egipto tenía un estatus especial. Se elaboraba principalmente con uvas cultivadas en las tierras del delta del Nilo. Sin embargo, su producción era limitada y costosa, lo que elevaba enormemente su valor. Como resultado, solo faraones, altos sacerdotes y miembros de la nobleza podían permitirse su consumo.
Pero el vino no solo era un lujo, sino también un elemento esencial en lo espiritual. Se utilizaba en ceremonias religiosas, ofrendas en templos y rituales funerarios. Estaba estrechamente vinculado a Osiris, dios de la muerte y la resurrección, a quien se consideraba el inventor de la vid. Al beberlo, se creía que se participaba simbólicamente en el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento.
En los banquetes funerarios, el vino era incluido entre los bienes para la otra vida. Las tumbas de los faraones estaban llenas de ánforas cuidadosamente etiquetadas, muchas de ellas con detalles tan precisos como el año de cosecha, el viñedo de origen y el maestro vinatero responsable. Este sistema de clasificación anticipa lo que siglos después se convertiría en una práctica habitual en las bodegas.
El vino trascendía su uso en ceremonias, manifestándose también como un símbolo de gozo y prosperidad, tanto en la existencia terrenal como en la ultratumba. Las pinturas murales de la época lo retratan como un elemento esencial en festividades, donde se acompañaba de músicos, bailarinas y exquisitos banquetes. En última instancia, el vino se erigía como un medio para conectar con lo sagrado.
Hoy, cuando descorchamos una botella de vino, seguimos participando —aunque de otro modo— en ese legado ancestral. En Bosque de Matasnos, donde la naturaleza, la tradición y la innovación conviven en cada botella, honramos esa historia milenaria que convierte al vino en mucho más que una bebida: una expresión cultural, espiritual y sensorial que nos une a través del tiempo.